Que una lengua acabe muerta, sin hablantes que la usen, es un fracaso para cualquier cultura. El lenguaje, para la filosofía y antropología, supone una disciplina de estudio más y para muchos pensadores y antropólogos es la principal seña de identidad una civilización y la punta del lanza del desarrollo de la humanidad. Se entiende, por lo tanto, que podamos afirmar aquello de loquor ergo sum.
El caso es que en este blog ya hemos hablado de las lenguas y su desarrollo, de cómo algunas se extienden cada vez más —como el inglés— y otras menguan y desaparecen para glosar el diccionario de las lenguas muertas donde incluso ha acabado el poderoso latín.
Las lenguas evolucionan, suman nuevas palabras o modifican las ya existentes. Precisamente eso las convierte en «lenguas vivas». Mientras que las que no mantienen el estudio intrínseco, no se usan o no aumentan en voces, tienden al desuso y acaban por ser sustituídas por otras o modificadas en tal extremo que pierden prácticamente el parecido con la fuente. Ese es el caso de la historia lingüística del mundo que ha visto como parte de su patrimonio, el cultural, se ha perdido y ya sólo queda en los libros.

Fuente: Wikipedia
En el caso de la Península Ibérica, tendríamos un ejemplo de ello. Primero, las distintas lenguas íberas sucumbieron en favor del Latín y solo los astures, los cántabros y sobre todo los vascos lograron mantener sus lenguas vivas sin poder evitar, claro, que la lengua de Roma los latinizara parcialmente.
Tras el latín, vino la evolución a las lenguas romances para que finalmente el castellano y el portugués, en la península ibérica, se alzaran como lenguas oficiales sobre el resto. Pero la cosa pudo ser distinta, sobre todo en el caso del gallego o antiguo galaico-portugués que tan bien escribía Alfonso X El Sabio como lo prueban sus Cantigas de Santa María.
Pero antes de llegar al rey más ilustrado de la Edad Media, retrocedamos más de dos mil años para conocer cuándo se creó el término Galicia y cuándo se escribió por primera vez sobre el pueblo de los Galaicos, al norte de los dominios de los lusitamos y con origen Celta y precelta. Como ocurre en la mayoría de las ocasiones fueron los romanos quienes arrojaron luz sobre aquellos acontecimientos:

Como se puede ver en los capítulos de Histórias de Galícia, el pueblo Galaico posee una antigüedad similar a la del astur, el vasco o el cántabro y es totalmente pre-romano, aunque es cierto que los latinos ejercieron una fuerte influencia sobre todo en la lengua gallega, hoy considerada una lengua romance como el castellano. Pero hay que destacar, que tras la invasión árabe del 711 y la consolidación de la llamada Reconquista a partir del año 800, sólo los territorios actuales de Galicia, León, Asturias, Cantabria y País Vasco establecieron fronteras estables y empezaron a desarrollarse como sociedades feudales y, lo más importante, empezaron a generar (en el caso de Galicia) la primera de las lenguas romances de la península ibérica: el galaico-portugués.
Aunque no se sabe exactamente cuándo esta lengua empezó a hablarse por el actual pueblo gallego, se intuye que precisamente por ser esta región una de las que menos presencia musulmana tuvo, pudiera ser también la primera zona donde de forma más temprana el latín se mezcló con la lengua pre-romana. Incluso, un proto galaico-portugués pudiera haber evolucionado antes de la llegada de los musulmanes, en tiempos de dominio Suevo y del Reino de Galicia. En cualquier caso, en el siguiente capítulo de Histórias de Galícia se profundiza un poco más en el desarrollo de este proceso lingüístico:
¿Significa esto que el resto de las lenguas romances de la península derivan del gallego-portugués? Algunos piensan que en parte, aunque también es cierto que cada región de la antigua Hispania, una vez recuperaron el territorio a Al-andalus, inició su particular desarrollo de una lengua romance propia. Así el catalán, valenciano y mallorquín transitaron del latín a las actuales lenguas co-oficiales. En el caso del castellano, según los últimos descubrimientos se ubica el primer texto de la arcaica lengua de Cervantes en el siglo IX y en un documento encontrado en el Monasterio de Santa María de Valpuesta, en Burgos, lo cual sustituiría a las Glosas Emilianenses de San Millán de la Cogolla (Rioja) e igualaría el nacimiento de galaico-portugués y el castellano en el tiempo, siempre y cuando el primero empezará a hablarse por el pueblo alrededor del siglo IX.
En relación a esa histórica competencia entre galaico-portugués, la lengua del Reino de León, Asturias y Galicia además del norte de Lusitania, y el castellano, que empezara a hablarse en el Reino de Castilla, hay que adelantarse unos siglos hasta el tiempo de Alfonso X el Sabio (1221-1284), quien escribiera algunas de las famosas Cantigas de Santa María, una recopilación de hechos milagrosos con fuente tanto en lo académico como en lo popular y que se escribió, totalmente, en Galaico-Portugués…. Pero ¿por qué un rey que instauró el castellano como la lengua oficial de la Hispania cristiana escribió y coordinó una de las obras literarias más importantes de la Edad Media en gallego antiguo? Para algunos, en aquel tiempo el Reino de Galicia y León era tan poderoso como el propio Reino de Castilla lo que provocaba que su lengua —el galaico-portugués— también estuviera tan valorada, o incluso más, que el propio castellano.
También, están los que piensan que Alfonso X, amante de la literatura y las letras, eligió el gallego por parecerle una lengua más apropiada para ese tipo de producción artística. Por último también tiene validez considerar el talante de este rey para intentar conseguir pluralidad lingüística en su reino: no olvidemos que bajo su reinado, la llamada Escuela de Traductores de Toledo se convirtió en uno de los lugares de Europa donde más y mejor se traducían importantes obras de la filosofía clásica del hebreo y el árabe al latín, situación que aportó a la consecución del Renacimiento tiempo después.
En cualquier caso, el castellano se convirtió en la lengua oficial de la Hispania sueva y visigoda y esto provocó que durante siglos, lenguas como el gallego, el catalán o el euskera se vieran amenazadas o estuvieran cerca de convertirse en lenguas muertas.
En este sentido, la razón por la que el gallego ha tenido —y aún tiene— dificultades para definirse de forma nítida tiene que ver con la propia presión del castellano (incluso dentro de la propia población gallega) y que, según algún sector del pueblo galaico, considera al gallego como una lengua demasiado vulgar y al gallego castellanizado o castellano como algo más culto. Esta opinión, que obviamente no es general, no es compartida por aquellos que, remontándose a tiempos pretéritos, reconocen al gallego como una parte de la llamada «lusofonía» o área de influencia lingüística y cultural galaico-portuguesa; opinión que no es descabellada si se estudia la historia de la parte occidental de la península ibérica en tiempos pre-romanos y post-romanos y cómo hubiera evolucionado de forma natural y sin considerar las imposiciones de la antigua Castilla o la propia España absolutista de los últimos siglos.
Pese a todo, afortunadamente, y aunque haya estado en la «cuerda floja» algunos siglos, el gallego ha sabido recuperarse y poco a poco se abre paso como una lengua romance heredera de la lingüística celta y precelta que cuenta desde 1903 con su propia Academia de la Lengua Galega, lo que implica la existencia de un gallego normativo que quiere convertirse en la guía para el gallego-parlante.
En relación a este punto, y esto es comprobable si se acerca uno a Galicia, el ámbito del gallego es amplio. Por ejemplo, sus límites históricos que llegarían a León al este, a Asturias al nordeste y a Portugal al sur, cuentan con formas distintas de entender y hablar el gallego: desde un casi «castellano con acento gallego», a un «castrapo», como llaman al mitad castellano mitad gallego, o al gallego normativo que, por ahora, y precisamente por esas diferencias entre unas regiones y otras, no todo el mundo lo habla.
Por último, como hijo de gallego aunque criado en Madrid, me hubiera gustado ser educado tanto en castellano como en el idioma de mi padre. Tampoco me parece descabellado que las leyes educativas cuiden de las lenguas co-ofiales incluso fuera de territorios como Galicia. ¿Qué mal hay en que además de aprender inglés en los colegios, a los niños «castellanos» también se les enseñe parte de las demás lenguas de este reino de reinos?.
Entre las disputas de si es mejor uno u otro idioma, yo me quedo con los dos, por aquello de que el saber no ocupa lugar y porque, está demostrado, que conocer más de un idioma mejora las capacidades intelectuales y ayuda a relacionarse.
Herramientas para conocer y aprender gallego
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Organizaciones y blogs con ejercicios y resolución de dudas sobre el gallego
Enhorabuena. Magnífica y documentada exposición. Una prueba más de que el concepto de España es la suma de todas sus culturas, lenguas, músicas y estilos de vida. El castellano es una lengua tan española como el gallego, vasco o catalán, al igual que la muñeira, sardana, jota, etc, son bailes tan españoles como el flamenco. El problema es que algunos entienden España como una uniformidad en la que se impone el típico tópico de una zona en concreto que podríamos situar más o menos en la amplia y antigua Castilla (partes de Extremadura, Andalucía y La Mancha incluidas). Y ese error lleva a que muchos desprecien las culturas e idiomas periféricos tachándolos de dialectos o de inútiles respeto al castellano. En España se habla castellano dicen. En fin, caldo de cultivo para los que quieren la separación, y también para aquellos que apostamos por seguir recorriendo el camino juntos, pero que nos veríamos obligados también a tomar un rumbo diferente si vemos en peligro el idioma que sentimos, la música que nos hace florecer nuestros sentimientos. España sin Galicia, Cataluña, País Vasco y otras regiones más, no sería España, sería simplemente Castilla. La solución es sencilla, fácil y sin coste alguno, pero a algunos los árboles no les dejan ver el bosque. Este artículo ayudará, sin duda. Gracias.
Gracias Arcane por tu comentario. Suscribo todo lo que dices. El artículo muestra mis creencias en este tema, algo excéntricas todavía para muchos. Me alegra saber que son valoradas y compartidas y espero que la mentalidad española tradicional cambie y siga las líneas generales de tu comentario.
Saludos cordiales.